lunes, 18 de octubre de 2010

18 de octubre




Cuando era pequeño, me gustaba escuchar a mi bisabuela hablar del viejo, cuando nací él ya se había ido, así que no pude conocerlo en persona, sin embargo al escuchar hablar a mi bisa de él, sabía que había sido un buen hombre, así como supe desde aquellos días, que el amor era algo muy fuerte, tan fuerte que la ausencia física de el viejo, no había podido hacer que dejara de amarlo mi bisabuela, supongo que desde esas tardes frías sentados en el pasto de una banqueta mirando el tren pasar, fui creándome la idea de lo que para mi seria el amor, aunque también es cierto que para un niño de cinco años es muy fácil distorsionar las cosas.



Han pasado muchas tardes desde aquellas memorables que atesoro como los recuerdos más gratos de mi infancia, he crecido poco, tan poco que aun mis pies cuelgan de las banquetas de algunas calles y ahora en lugar de mirar el tren pasar, me subo a él para ir al trabajo cada mañana, en aquellos días un Carlos V amargo y un frutsi, ahora es café y el humo del cigarro lo que dibuja imágenes en el aire, a pesar de todo, el amor se ha mantenido ahí, o más bien esa idea precaria de lo que es el amor, debo confesar que son menos las sonrisas, y aunque es poco el tiempo que paso con los ojos cerrados, son demasiados los sueños cada madrugada.



Pero todo esto tú ya lo sabes, te lo conté alguna tarde en un parque, en esos días en que jugábamos a vencer cualquier probabilidad establecida, pues caminar cada tarde de la mano era el mejor ejemplo de que podíamos ir contra todo y al final dormir juntos, sin tener que estar en la misma cama, ¿recuerdas?. Y así como han cambiado pocas cosas desde aquellas tardes en la banqueta al lado de mi bisabuela, tienes que saber que desde que te fuiste han cambiado muy pocas cosas en estos mares de asfalto y que el amor aun se mantiene ahí.



Te dije que las historias de amor, para ser en verdad de amor, tenían que ser épicas, tenían que haber vencido enormes dificultades y aun así seguir latiendo, así éramos tú y yo, no dejábamos de latir, y es quizás por eso que te has mantenido aquí a mi lado, aunque estés tan lejos, aunque estés al lado de alguien más, de los días de mi infancia aprendí que no era necesario tener a la persona al lado para amarle con toda el alma, y a traer del recuerdo los sabores y las sonrisas reflejadas en las pupilas, incluso cambiarle el sabor a las lagrimas cuando con amor se recuerda a alguien, y eso ahora lo he comprobado y te juro que saben diferentes cuando se asoman a jugar en mis pupilas después de recordar lo que fuimos cuando estábamos juntos.



Al principio no eran así las cosas ¿sabes?, pesaba mucho el no encontrarte en cada rincón de esta casa de mil muros que soy, y pesaba más cuando encontraba los pedacitos de ti que me dejaste como migas para encontrar el camino a ningún lugar, y por esa manía de coleccionar, guardo aun tus besos en frasquitos de café, y tus sonrisas en la caja donde guardo los colores, lo que no quise guardar fue tu adiós, la verdad ese preferí soltarlo en el andén de aquella estación donde te vi por última vez, lo malo fue que en las terminales hay tantas cosas buscando tener dueño, y cuando solté tu adiós se me colgó un poco de coraje por haberte ido y dejarme sin ti y sin mí.



Así que algunos días tuve que aprender a vivir con coraje, con esa rabia que me daba el no haber sido algo para ti, algo, algo como para que te quedaras toda la vida, y te tenia coraje por volver al lado de todos los que te esperaban, al lado de esas historias pendientes que mantenías en espera, y algunas veces hasta como salidas de emergencia, tenia coraje en contra de mi, por no ser mas grande, por no haber tenido algo que valiera la pena como para que te quedaras, tenia coraje por no ser yo alguno de ellos, tenía mucho coraje te lo confieso, y pase varias tardes regando las piedras de esta ciudad con coraje, algunas veces hasta aventaba piedras a las parejas que veía en la calle y en las que te reconocía y me reconocía, pensando en que todo era una ilusión, en que ella lo dejaría a él tarde o temprano, algunas veces te odiaba en otras mujeres, en aquellas que veía coqueteando a chicos sexys mientras un fulano como yo les tomaba la mano y te odiaba y las odiaba, después dejaba de odiarte para odiarme a mí, por no ser el tipo de fulano que volteas a ver, ya cansado de odiarme, terminaba resignándome y era entonces que salía a la calle con una venda en los ojos, para no tener que aguantar las exhibiciones cursis de amor de otros, y no tener que odiarte y no tener que odiarme.



Pero mi bisabuela tenía razón, y el infinito amor con el que hablaba del viejo a pesar de no estar físicamente, mas, y recordaba así que jamás le escuche hablar mal de él, jamás le escuche rencor o enfado, ni siquiera por haberse muerto antes que ella, ni siquiera por no haber cumplido todas las promesas que habían quedado pendientes, cada palabra que ella soltaba estaba llena de amor, cada suspiro, cada lagrima, cada recuerdo tan fuerte y amoroso, tan cálido, tan fuerte e intacto a pesar del tiempo, a pesar de la distancia y la ausencia, a pesar de todo, el amor seguía ahí.



Y el amor resulta ser más fuerte que el odio y el rencor, más fuerte que la ausencia, más fuerte que la distancia, más fuerte que tu al lado de alguien más, más fuerte que estos días en que ya no sé nada de ti, más fuerte que el olvido en el que me he quedado sin ti y sin mí, y te recuerdo como aprendí a recordar el amor, te recuerdo aquí, a mi lado cada madrugada, cada tarde, cada paseo por los parques y andenes, en cada taza de café y en cada bocanada de cigarro, te recuerdo en el frio que me hace tiritar al medio día, te recuerdo cuando el sol no calienta y la sombra es tibia, te recuerdo cuando de vez en cuando hago un barquito de papel para subirme a él y salir navegando entre cielos violetas para llegar a mi Luna, te recuerdo con el amor aquí al lado, manteniéndose aun a pesar de la distancia, aun a pesar de tu ausencia, aun a pesar de no haber sido quien donde quiera que estés, te esta abrigando con sus latidos, y desde aquí, aun me mantengo, aferrado a este amor que te tengo y a tu recuerdo que me sigue despertando latidos.



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