lunes, 26 de abril de 2010

26 DE ABRIL DEL 2010

26 ABRIL 2010


NAUFRAGIO DE UN SUEÑO


Te vi llegando a aquella plaza, tú tan hermosa y luminosa como siempre, la plaza tan llena de sombras como siempre, no supe que decir y me quede contemplándote un rato, mirabas tu reloj entre muecas de impaciencia, yo, yo te miraba a entre suspiros pacientes, quizás esperando que en mi garganta aparecieran las letras correctas para poder acercarme a ti, pero no aparecía ninguna.



Pasaron así los minutos, tu regalándole miradas a tu reloj, yo regando sobre mi taza los suspiros que por ti iba removiendo despacito con la cuchara que no dejaba de gritarme que fuera valiente, pero la timidez siempre me ha ganado y para lo único que despegaba la mira de tu impaciente rostro era para seguirte escribiendo sobre aquel cuaderno donde muchas letras gritaban y gritaban que fuera valiente



Pasaron más minutos, tantos que el café se termino y el asiento al fondo de la taza dibujaba un mar obscuro y entre las olas se veía un barquito de papel, así que, más por el efecto del café que por realmente estar decidido, me puse de pie mientras doblaba la hoja sobre la que te había estado escribiendo.



Tomando una fuerte bocanada apague el cigarro y me acerque hasta tu mesa, no me miraste, ni siquiera creo que te hayas dado cuenta de que me acercaba a ti, así como tampoco te habías dado cuenta de que tenía ya más de 30 minutos mirándote mirar tu reloj, mientras deseaba poder pintarme en el rostro doce números que hicieran que tu atención fuera hacia mí.



Con la mano temblando deje sobre tu mesa un barquito de papel que decía “te amo” lo miraste sin que me miraras a mí, entonces te dije que el barco estaba por zarpar, que había un camarote con tu nombre en la puerta y que me encantaría naufragar a tu lado toda esta vida, naufragar una y otra vez hasta que cada isla desierta tuviera sobre la arena de sus playas nuestras huellas.



No me miraste, ya no supe que decirte, ¿sabes cuánto miedo sentí? Tanto como el de todas las palabras que decidieron esconderse en mi garganta, y fue un miedo mayor cuando rompiste aquel incomodo silencio para decirme que estabas esperando a alguien más.



Algo, no sé que, me hizo responderte después de saber aquello, que aun faltaban unos minutos para que aquel pequeño barquito zarpara el suficiente para ir a comprar algunas cosas y que en un momento regresaría para saber si subía tu bolsa al barco y comenzábamos la travesía



-iré por víveres para el viaje, un par de vasos de café y una cajetilla de cigarros, y por si hace frio comprare algunos granos de café cubiertos de chocolate.



Volviste a quedar en silencio, volvieron a esconderse por miedo todas las palabras.



Comencé a caminar sin que siquiera voltearas a verme, al dar la vuelta en aquella esquina una estrella me golpeo y al tratar de mantenerme consiente me descubrí en medio de una isla


Aquella isla era hermosa, debo de serte franco, me pareció un paraíso sin Eva y sin Adán, solamente habitado por este torpe tipo que no pudo convencerte de que me dejaras acompañarte, camine por la playa de aquella isla un par de horas, completamente desolado y bastante perdido, y no tanto por estar naufrago, perdido porque no estabas tú a mi lado.



Pasaron las horas y me senté a la orilla de la playa a mirar cómo salía de la panza del mar la Luna, pariendo cristales de luz que flotaban sobre el bravío oleaje que a esas oras hacia retumbar un rugido de palmeta en palmera, de piedra en piedra, de grano de arena a ese pequeño grano de polvo que se había vuelto mi corazón



Recién salida la Luna su luz se concentro en un rayito que descansaba sobre el horizonte de aquella inmensa mancha obscura, como si fuera un reflector, me puse de pie tratando de distinguir que era aquello que la Luna estaba mirando y mi asombro me cubrió de escalofrío cuando mire en aquel horizonte mi pequeño barquito de papel flotando y sobreviviendo a pesar de las violentas olas que parecieren abrirle paso para que no zozobrara.



Me lance al mar tratando de alcanzarlo, por fin llegue hasta él, no sé cuanto había pasado desde aquella mañana pero supongo que habían sido bastantes años pues mi barquito ya era grande, tan grande que pude subir a él y notar que sobre el papel estaban frases escritas con una letra ajena a la mía, frases como te amo, aun te espero, no tardes, frases que me hicieron suponer que quizás te habías animado a zarpar y yo ahí en medio de la nada, mas naufrago que nunca por creerte tan lejana.



Me desperté con una inmensa tristeza casi después de las 8, me desperté entre la campana de la basura que para ser domingo había decidido pasar oportunamente tan temprano, lo suficientemente temprano como para haberme cortado el sueño y no saber qué pasaba después.



He pasado todo el día pensando en aquel sueño, he pasado imaginando que ocurrió después de que vi aquellas frases, ¿las escribiste para mí? ¿Las escribiste para aquel a quien esperabas? ¿Las escribiste tú siquiera? ¿Qué paso después? ¿Qué paso después? ¿Fui valiente? ¿Fuiste valiente tú? ¿Me encontraste? ¿Naufragamos al fin al amanecer?



Y todas esas dudas se volvieron rencor contra el señor de la basura quien ahora cargaría con la culpa de haberme despertado



Al llegar la noche pensé en la derrota inminente, y no en la derrota de saber que no podría volver a soñar aquel sueño exactamente en la parte en que me quede, esa derrota ya era común, la derrota que aquella noche me hizo dormirme sin ganas de soñar, fue la de saberte al lado de él, ese a quien esperabas, y pensar que cada frase que leí fueron escritas con esa mirada impaciente que dejabas sentir a tu reloj mientras yo deseaba sentir simplemente lo que sería estar a tu lado.



Pensé que al final si fui valiente, y que al descubrir que era él quien te haría tan feliz como yo deseaba hacerlo, había decidido valientemente naufragar lejos de ti, o cobardemente esconderme en una isla, depende de cómo lo mires, pero el caso es que si la vida me había puesto tan lejos de tu vida, seguramente sería porque no podría hacerte yo tan feliz como aquella persona que estaba a tu lado llenándote de paciencia, tanta como para haber pasado media hora esperándolo mientras yo pasaba toda la noche soñándote.



P.D.: Si algún día lees esto por favor grábate bien que te amo y que quiero verte feliz, aunque sea al lado de aquel, a quien esperas.



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